Opinión

La fe salva al Barcelona

       La fe dicen que mueve montañas; y la fe fue lo que salvó al Barcelona  en la final de la copa del Rey frente al Sevilla al que terminó imponiéndose tras prórroga- el partido finalizó con empate a cero-,  por 2-0 con goles de Jordi Alba y Neymar.
 La fe, el enorme corazón y el carácter que le puso el conjunto azulgrana fueron las claves frente a un Sevilla que le puso lo mismo que los jugadores del Barça, pero sin ese punto de profundidad y pegada necesaria para imponerse a un equipo como el Barcelona.
  De esta forma el equipo de Luis Enrique consigue el doblete del fútbol español, pero ha sido el doblete más agónico de su historia. Si ya pasó las de Caín para ganar la liga, para imponerse al Sevilla en la final de Copa las paso de todos los colores ante un ejemplar Sevilla que jugó más con el corazón que con la cabeza porque no supo jugar ni manejar la superioridad numérica de la que gozó por la expulsión de Mascherano  a falta de diez minutos para llegar al descanso.
  Una expulsión a todas luces justa porque el jefecito agarró y tiró a Gameiro cuando este se preparaba para encarar a Ter Stegen. La  roja fue meridiana. Al Sevilla entonces, que incluso once contra once estaba siendo mejor que el Barcelona, se le abrió el cielo y más aún cuando Suárez se tuvo que retirar por una lesión muscular poco tiempo después. Acorraló en su área a los azulgranas que se pusieron el mono  de trabajo para hacer algo a lo que no está acostumbrado. Dejó la calidad y la finura a un lado para convertirse en un equipo de diez obreros, con Piqué que emergió como el guardián de su portería. Inmenso estuvo el central. Como inmenso estuvo Iniesta que era el jugador que le daba aire a su  angustiado equipo. El manchego, aguantaba con la pelota lo que era necesario y hasta ofrecía salidas a sus compañeros de ataque. Grande su partido.

   En la reanudación, el Sevilla apretó más y más hasta convertirse el partido en un frontón. El balón siempre volvía a los jugadores hispalenses, a los que le faltó tranquilidad, inteligencia y sobre todo pegada para aprovechar esa superioridad numérica.
   Los de Unai Emery no desfallecían en el intento de conseguir el tanto que les diese la gloría, el Barcelona aguantaba númantinamente con orden, juntas las líneas y sin renunciar al contra ataque. Por ese entonces, ya apareció Neymar que si hizo una primera parte para olvidar en el segundo periodo, al irse su marcador Mariano,  fue la chispa que necesitaron los suyos, por no hablar de la prórroga donde puso la guinda.
  El Sevilla, pudo  adelantarse nada más comenzar el segundo periodo con un tiro de Banega que se fue al palo. Fue su mejor ocasión. El Barça aguantaba como  podía, pero estaba desorientado pese al buen hacer de Iniesta , la fe de Piqué y la omnipresencia de Busquets. No encontraba la manera de hacerle daño al Sevilla. Nunca había sufrido tanto en los últimos años, condenado a la supervivencia extrema en una final emocionante.
  Pintaban bastos para el Barça. Pero Unay Emery  a nuestro entender, en una decisión que lamentará por mucho tiempo, en el minuto 80 quitó al lateral Mariano que estaba secando a la perfección a  Neymar para dar entrada a Konoplyanka, para buscar más profundidad. No solo no le dio más empuje al Sevilla, sino que por la banda derecha, la de Mariano, el Sevilla comenzó a resquebrajarse. Neymar entonces se liberó y fue la pesadilla que antes no fue. Y además por ahí llegó la expulsión de Banega al borde de llegar a la prórroga. En ese momento, el Sevilla perdió la final y el  Barça recobró vida.

   A la prórroga se llegó diez contra diez y el Barcelona fue entonces el dueño y señor. Messi, apareció para dar dos pases de gol. El primero se lo  dio a Jordi Alba para marcar el 1-0; y el segundo para que Neymar rematara se la faena, marcado el definitivo 2-0. Entre medias de esos goles, llegó la expulsión de Carriço por cazar a Messi a pesar que tocó balón.
  Fue una hermosa final que no defraudó a nadie. Los dos equipos pusieron todo lo que hay que poner. Ninguno de los dos se rindió jamás. Las dos aficiones deben estar, y lo están, muy orgullosas de ellos. Sobre el césped del Calderón pusieron sangre, sudor y lágrimas. Gloria para ambos conjuntos.
 El Barcelona ganó por convicción, pero sobre todo por corazón y carácter. Levantó su 28ª Copa

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