Opinión

Ya nada será igual

Debo seguir con la atroz pesadilla,aún no me he despertado: el mundo está encerrado en sus hogares, los  que lo tienen, los hay que lo están pasando en la calle caminando sin rumbo y  a los que muchos miran desde los balcones  como apestados. En las desgracias, en los desastres, y  como ahora en las pandemia también hay clases y existe la miseria y los miserables.

Mi pesadilla continúa entre vuelta y vuelta en la cama: El hijo de puta del virus nos  está dejando a los humanos aturdidos, presos de un gran  desasosiego porque después de este confinamiento no sabremos  cómo será la vida, la ciudad, el país y el mundo en  los próximos meses o en años. Una cosa es segura,nada será ya igual.

En unas semanas el virus está haciendo cambiar la historia de nuestros días. De la aceleración  en la que estábamos viviendo hemos pasado a la congelación. Aunque pueda parecer duro decirlo, estamos viviendo un momento único de calma.  Una tranquilidad silenciosa que nos amenaza. Es un peligro que no se oye.

Nunca antes la humanidad se había parado a la vez. Al principio fue Wuham, en China, donde comenzó a finales de diciembre del 2019. Ya en enero aparecieron los primeros infectados y muertes en el país asiático. Aquello no nos preocupó, estaba lejos. En marzo, concretamente el 8, Lombardía y gran parte del norte de Italia era golpeada por el maldito virus. Aquí, en nuestro país, ya se nos empezó a palidecer la cara porque con el llamado efecto dominó  el COVID19 se propagó a países de toda índole. España, sin ir más lejos, que nos cogió con los brazos caídos. No vimos llegar la pandemia a pesar de las advertencias y de lo que pasaba a nuestro alrededor. Pero no es hora de buscar culpables, tiempo habrá cuando pase todo esto de depurar responsabilidades.

Como decía hace poco, una cosa diminuta en forma de corona ha puesto el mundo  patas arriba, confinando a casi la mitad de la población -cerca de 3000 millones de personas- que permanecen encerradas en sus casas en medio de una impotencia desesperante. La pandemia nos ha metido el miedo en el cuerpo y nos está haciendo reflexionar sobre los que venga después. Nada será igual.

Dicen que el hombre hace su propia historia  con las condiciones que elige o con lo que ha heredado. Pues bien, ahora ha dejado de ser el centro del universo y el protagonista, no es el ser humano es ese virus invisible, que nos tiene asustados y enclaustrados en todos los sentidos.   

Tras esta terrible tormenta, no llegará la calma. Las consecuencias van a ser muy graves en el aspecto económico y en el factor humano. La llegada de una recesión más dura que la del 2009, se da por descontada. El coranovirus  va a dar un duro golpe a la globalización. No olvidemos que este virus es inequívocamente una enfermedad de esa globalización. Ataca con más fuerza en ciudades muy pobladas y unidas por viajes aéreos, movimientos de turistas y de refugiados. Todo esto, cuando pase la pandemia, decrecerá hasta límites insospechados y preocupantes. Sin aludir a lo catastrófico, pero la economía va a sufrir un duro revés. Pero saldremos adelante.

Lo más preocupante es cómo va a quedar el factor humano. La esperanza es que nos reiventemos para ser mejores, que maduremos como sociedad más humana y solidaria y que cuando esto pase veamos la luz en el camino de la bondad, y aparquemos las tinieblas que hasta ahora se cernían sobre la humanidad.

Eso sería lo ideal, pero mucho me temo que  después de un tiempo de haber superado esta pandemia, se volverá a los viejos vicios. El ser humano es el único que tropieza dos veces en la misma piedra. ¿El miserable   egoísmo se adueñara de nuevo de esta sociedad? Por lo que se está viendo parece que si.  Alemania y Holanda, a pesar del momento crítico que se está viviendo, optó por rechazar ayuda a Italia y España, es un claro ejemplo de lo que se avecina en un futuro muy próximo.

Lo deseable es que el comportamiento ejemplar  que estamos teniendo con esta terrible crisis, continúe  cuando se haga la luz. Nada va a ser igual, pero seguro que vamos a ser un  mejores. Como dice el gran filósofo Emilio Lledó: “Ojalá el virus nos haga salir de la caverna, la oscuridad y las sombras”. Así sea.

Desperté del la pesadilla entre sudores, y comprobé que el sueño era una realidad.

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